28.1.06

Sábado

This Extasie doth unperplex / (We said) and tells us what we love
- John Donne, “The Extasie”

Sesgadas hacia un lado para verse cada una al espejo
el tallo que les falta en su almohadón de vidrio y agua,
y unidas por un hilo que sutura el ojo al ojo
y el cáliz que les da descanso y flotación al que les da sustancia y forma,
una corola frente a otra, grávidas, se recuestan,
cada cual de la otra la mejor imagen
–casi como un pabilo frente a otro,
que al acercarse un mismo halo enhebren para hacer más alta lumbre­–;
y quedan suspendidas, dos veces pura copa
a una distancia conveniente,
como si a punto de salir se detuvieran para hacerse un gesto:

“Este paseo despabila
y dice qué quisiéramos querer;
llegamos a saber que éramos pura mezcla
y ahora que sabemos nos vuelven a mezclar:
lo que era escaso y pobre -color, tamaño y fuerza-
por un simple transplante se vuelve a duplicar.”

24.1.06

Martes

Sal., 1

Ahorcado del tobillo,
con la planta segura en los antípodas
de los cabales que otro bulbo rota en falso
el cuerpo se adelgaza haciendo un tubo solo,
haciendo un vientre fino de madera larga.

Es hora del trabajo. Como ocupa a la paja
que no es buena ni mala una ventisca demasiado débil,
y la agita en su sitio, el cráneo ausente
pendula irregular, su nervadura adelantando en otra parte;
y se hace un haz de nervio seco la conciencia agarrotada,
un haz de nervio múltiple, afilado, que se vuelve
del tallo a la raíz, de la raíz a la semilla y cesa
a mitad de camino,
porque no puede hacer su mella en otro suelo
si no es el que le dio el origen.

Es como un vaso de agua al lado de una fuente.

Es hora del trabajo: en otra parte,
igual que una corola sumergida en agua,
–el tallo alimentándose del medio equivocado–
un suelo vuelve a hacerse en el vaivén
de la columna vertebral que barre el polvo
debajo de la alfombra.

22.1.06

Domingo

Domingo. Día de una abulia escéptica,
que fuera por sí mismo disponiendo
en unas pocas gotas.

Sin ganas de reconocerse, absorta
y diluida en una felpa hecha de goma blanda
-en vez de tierra y piedra-,
se escurre sin traspiés la vigilancia de los miembros.

Se ve una gota sola, no se mira.

20.1.06

Viernes

A mitad de camino entre el talón y el parietal,
el viernes precipita su figura.

Un punto de agua, casi nada, cae,
del labio al pie y al caucho de la alfombra.

A derrapar, a derrapar, se escucha en otro lado.

Se escucha un aforismo, no se escucha.

19.1.06

Jueves

“Lleno de mí, sitiado en mi epidermis…”
- José Gorostiza, Muerte sin fin

Con el sabor del paladar impreso, y transportado
entre falange y vidrio,
se filtra un punto de agua, casi nada,
y cae de la boca, por la boca del vaso
hasta la orilla de la mesa.

Si fuera un vaso de agua la conciencia,
llena de sí, doblada en este jueves que congela
el líquido en el sólido,
y el agua en el pulgar, y el pulgar en el vidrio,
y el termómetro inquieto en su camino de membrana quieta,
sería, sí, una esponja el paladar,
un vaso hecho de caucho, recortado
para cubrir un plano, hecho una alfombra
plana para apoyar los pies que salen de la ducha.

De caucho el paladar, bien que sería caucho;
y tabla serigráfica, en la orilla
del vaso y sobre el dedo, sobreimpreso, el jueves.

16.1.06

Lunes

Si el lunes fuera un cuerpo dado vuelta,
sería un tubo dado vuelta, el lunes.

Sería paladar, fisonomía.

Mirándose hacia afuera y viendo adentro
hay una esponja de agua.

Es una fuente turbia, un filtro opaco, móvil.

Habría que mirar, y hay una mota
de polvo bajo un lente de contacto.

11.1.06

El amor verdadero no es muy lindo (Johnatan Richman & The Modern Lovers)

Te duele del trasero hasta el fondo del alma:
eso es porque el amor verdadero no es lindo.
Desentierra los viejos dolores de la infancia:
por eso es que el amor verdadero no es lindo.

Dolor, dolor, dolor, dolor, dolor:
¿no es ése acaso el nombre del amor?
El amor es capaz de revivir dolores
que estaban enterrados en el alma.

Démoslo por sentado:
el amor verdadero no es civilizado.

El amor verdadero no es muy lindo,
no, no, no, no, no, no, no, no, no, no.

Te quedaste dolido ya otras veces:
ahora, estás dolido y lastimado.

El amor verdadero no es muy lindo.

Si es amor verdadero, es de esperar
que el dolor no se vaya nunca más.

El amor verdadero no es muy lindo.

Dolor, dolor, dolor, dolor, dolor,
sudor, sudor, sudor, sudor, sudor.
Por eso es que al sentir de Amor los dardos
dijiste: ¡Ay, ay, ay! Ya lo sabías
desde que comenzaste a coquetear:
que el amor era algo que te iba a lastimar.

El amor verdadero no es muy lindo.
No, no, no, no, no, no, no, no, no, no.

10.1.06

Martes

31 de diciembre de 2002

Si un acontecimiento fuera un guante, este día dado vuelta
sería un guante dado vuelta.

Un saco amniótico que fue tejido del revés y luego abierto,
los miembros se dan vuelta, de adentro para adentro,
y van girándose hacia afuera como si fuera afuera.

Se mira ahí un metabolismo nuevo, divorciado del cuerpo.

Lejos, flameando en el mantel, la copa llena y el cubierto
ávido, puede hallarse, sí, al estómago
que guarda su dominio atrincherado en la vajilla.

No se entromete lo real, se trata de lo obsceno duplicado,
dispuesto su aforismo en negativo, en negativo.

5.1.06

Jueves

Sin que ya importe demasiado el modo
-si es clave de conciencia derramada en paño vivo,
al microscopio y múltiple, entrevista;
o es la forma de un centro que gobierne o mengüe-,
a mitad de camino entre el esquema y la materia
el jueves se figura su camino.

El codo estilográfico está quieto en su vía de gravilla;
se traban las falanges en su puesto, el pulgar.

Clavado en medio aire en piñón libre y movimiento a un lado
avanza liso, en sus patines de epidermis pura,
-a derrapar, a derrapar, se intuye el aforismo-,
el jueves no debiera pero dice.

4.1.06

Uno de Enrique Lihn

JONÁS



Todo lo podría condenar igualmente, no se me pregunte en nombre de qué.
En nombre de Isaías, el profeta, pero con el grotesco gesto inconcluso de su colega Jonás
que nunca llegó a cumplir su pequeña comisión sujeto a los altos y bajos
del bien y del mal, a las variables circunstancias históricas
que lo hundieron en la incertidumbre de un vientre de ballena.
Como Jonás, el bufón del cielo, siempre obstinado en cumplir su pequeña comisión, el porta-documentos incendiario bajo la axila sudorosa, el paraguas raído a modo de pararrayos.
Y la incertidumbre de Jehová sobre él, indeciso entre el perdón y la cólera, tomándolo y arrojándolo, a ese viejo instrumento de utilidad dudosa
caído, por fin, en definitivo desuso.

Yo también terminaré mis días bajo un árbol
pero como esos viejos vagabundos ebrios que abominan de todo por igual, no me pregunten
nada, yo sólo sé que seremos destruidos.
Veo a ciegas la mano del señor cuyo nombre no recuerdo,
los frágiles dedos torpemente crispados. Otra cosa, de nuevo, que nada tiene que ver. Recuerdo algo así como...
no, no era más que eso. Una ocurrencia, lo mismo da. Ya no sé a dónde voy otra vez.
Asísteme señor en tu abandono.