28.3.06

Uno de Jaime Arrambide

ARS TRADENDI



I

Todos los poemas que no he escrito están aquí
en la boca de su ingente horneado,
presentes como un pan, aquí
donde toco obscenamente al otro en sus palabras
hago lo mío, vivo
sentado en el umbral de un libro
frontera que como un password
me ataja de las miásmaras del orbe:
traducir, como esperanza
como si a todos nos llamase a jugar
una campana
querer nomás el bien, aunque sea poco
dibujarse un nombre falso,
y que te sea fiel.

II

Aquí hay certezas. Sucede a veces
que se ajusta la palabra, limpiamente
se desliza como llave que descorre
de memoria su cerrojo. Parusia,
inspiración: algo ajeno revelado
y que yo toco, cual gozoso metemanos
enderezo, no a mi antojo sino al
ritmo que da un trance socarrón.
Toda esta operación se da en privado.
Hay observancia de las formas, tachaduras,
el perdón que sólo dan los muertos.
Y hay algo dulce, como un sueño
que antes de partir nos besa,
dejando en nuestra almohada el porvenir.
"Has sido traducido", dijo el Bardo
a ese joven en burro transformado: has
descubierto de súbito el deseo, has
encontrado tu palabra en otro corazón.

24.3.06

Grito rebelde (Billy Idol)

Anoche una pequeña bailarina
se aproximó bailando hasta mi puerta.
Anoche un angelito
se deslizó a través de mi departamento.
Me dijo: “Nene lindo,
te traigo una licencia para amar;
y si llega a vencerse,
que el cielo o el infierno nos ayuden”.

En medio de la noche pedía más y más;
con un grito rebelde pedía más y más.

No quiere compromisos.
No le gusta pedirle nada a nadie.
Pero cuando me siento cansado y solitario
me lleva hasta la cama.

Eso que te libera te trajo hasta mi puerta.
Eso que te libera te trajo junto a mí.

En medio de la noche pedía más y más;
con un grito rebelde pedía más y más.

Vive en su propio mundo.
No le da bola a nadie.
Salió a hacer unos trámites nocturnos;
va a volver enseguida,
para que no se arruine su peinado.

En medio de la noche pedía más y más;
con un grito rebelde pedía más y más.

Siempre te acompañé a todas partes,
hicimos las mil millas vos y yo.
Yo te enjugué las lágrimas cada vez que lloraste.
Y yo le vendería el alma al diablo
para tener la plata para arder junto a vos.
Me quedaría sin nada y te daría todo,
sólo para tenerte junto a mí
En medio de la noche pedía más y más;
con un grito rebelde pedía más y más.

9.3.06

Uno de Jorge Eduardo Eielson

CUATRO PARÁBOLAS DEL AMOR DIVINO



1

¿Cómo se llama Aquél? Su apellido es ser callado.
Y es fácil ser bueno y tibio como su mano. ¿Qué hace ahora,
por qué ama tanto la madera en que ha de morir un día,
por qué la talla siempre, oh carpintero, con ternura?
Todos besan su pie dorado, por debajo de sí, al amanecer.
Yo también lo he deseado para mi mal, debe ser suave
y acaudalado como la higuera en el estío.
Aunque su amor es el amor frugal, el que hace manso
y acogedor su misterio, deslumbrante su pobreza.

2

Este gozar en la sombra,
Dulce cuerpo que preguntas a tus manos
Por la luz. Este caerse velado
Por cualquier cosa, Señor.

Repartirse a las miradas y morir.

Este quedarse sin eco
Y en el viento límite del mar,
Unido a sus espumas con locura.

3

Mirad ese dedo Suyo que levanta la esperanza.
Afuera la oscuridad es un tenue fruto adormecido.
La taza de miel junto a la mejilla leve se ha posado.
La puerta cede a Él, se cierra destrozada.
El alféizar de nogal cae como un pájaro herido,
canta muerto. El cuarto queda enriquecido.
Los ojos se vuelven volcando la leche tibia
y la vela se apaga. Madre, ¿qué habrá pasado afuera
que está el sol ahora todo aquí adentro?

4

Es el ruido en que nos llegas,
El triunfo azul de tus pisadas,
Con los párpados cerrados. El bullicio
De los musgos al anochecer,
La visita que nos limpia para siempre.

Se te siente perecer bajo lo inútil,
Y la estrella de tu tez se multiplica
Por el polvo, y tu aspecto, de mar
En mar se transfigura.

8.3.06

Éstas (William Carlos Williams)

son las semanas desoladas, oscuras
en las que la naturaleza iguala
en su aridez la estupidez del hombre.

El año se hunde en medio de la noche
y el corazón se hunde
más hondo que la noche

en un lugar vacío, surcado por los vientos
sin sol, luna o estrellas,
sino una luz particular como de un pensamiento
que hace crepitar un fuego oscuro –
tras arremolinarse sobre su propia llama,
en el aire glacial, se enciende

para hacer que un hombre se dé cuenta
de nada que ya sepa, ni siquiera la misma
soledad – ni siquiera un fantasma
podría concebirse– vaciedad,
desespero – (Pasan silbando) entre los fogonazos
y el estruendo de la guerra;
casas en cuyos cuartos
hace un frío que excede lo pensable,
las personas que amábamos, ausentes,
las camas despobladas, los sillones
húmedos, y las sillas sin usar –

Hay que esconderlo en algún lado
fuera de la mente, que eche raíces
y que crezca, lejos de los oídos

y los ojos celosos – para sí.
En éste que yo tengo vienen a hurgarlo – todo.
¿Será éste el recibo por la música

más dulce? La fuente de poesía que
al ver que se paró el reloj declara:
el reloj se paró
¿ese que ayer andaba lo más bien?
y oye el rumor del agua del lago
que salpica – que ahora es piedra.

5.3.06

Uno de Xavier Villaurrutia

NOCTURNO MAR

a Salvador Novo

Ni tu silencio, duro cristal de roca,
ni el frío de la mano que me tiendes,
ni tus palabras secas, sin tiempo ni color,
ni mi nombre, ni siquiera mi nombre
que dictas como cifra desnuda de sentido;

ni la herida profunda, ni la sangre
que mana de sus labios, palpitante,
ni la distancia cada vez más fría
sábana nieve de hospital invierno
tendida entre los dos como la duda;

nada, nada podrá ser más amargo
que el mar que llevo dentro, solo y ciego,
el mar antiguo Edipo que me recorre a tientas
desde todos los siglos,
cuando mi sangre aún no era mi sangre,
cuando mi piel crecía en la piel de otro cuerpo,
cuando alguien respiraba por mí que aún no nacía.

El mar que sube mudo hasta mis labios,
el mar que me satura
con el mortal veneno que no mata
pues prolonga la vida y duele más que el dolor.
El mar que hace un trabajo lento y lento
forjando en la caverna de mi pecho
el puño airado de mi corazón.

Mar sin viento ni cielo,
sin olas, desorientado,
nocturno mar sin espuma en los labios,
nocturno mar sin cólera, conforme
con lamer las paredes que lo mantienen preso
y esclavo que no rompe sus riberas
y ciego que no busca la luz que le robaron
y amante que no quiere sino su desamor.

Mar que arrastra despojos silenciosos,
olvidos olvidados y deseos,
sílabas de recuerdos y rencores,
ahogados sueños de recién nacidos,
perfiles y perfumes mutilados,
fibras de luz y náufragos cabellos.

Nocturno mar amargo
que circula en estrechos corredores
de corales arterias y raíces
y venas medusas capilares.

Mar que teje en la sombra su tejido flotante,
con azules agujas ensartadas
con hilos y nervios y tensos cordones.

Nocturno mar amargo
que humedece mi lengua con su lenta saliva,
que hace crecer mis uñas con la fuerza
de su marca oscura.

Mi oreja sigue su rumor secreto,
oigo crecer sus rocas y sus plantas
que alargan más y más sus labios dedos.

Lo llevo en mí como un remordimiento,
pecado ajeno y sueño misterioso
y lo arrullo y lo duermo
y lo escondo y lo cuido y le guardo el secreto.

2.3.06

Necesito una música (Elizabeth Bishop)

Necesito una música que fluya
a través de las yemas de mis dedos
inquietas, sensitivas; por mis labios
temblorosos, manchados de amargor,
con honda melodía, clara, lenta
como el fluir de un líquido. ¡Ah, el mecerse
salutífero, antiguo, sí, y grave,
como una canción que se les canta
a los que han muerto, fatigados, para
que puedan descansar, una canción
que caiga como agua en mi cabeza
y mis extremidades, como un sueño
que a causa de un rubor resplandeciera.

La melodía obra cierta magia:
un hechizo de alivio, y calmo aliento,
y sosegado corazón, que se hunde,
entre colores que se van fundiendo,
hondo en la subacuática quietud
del mar, y flota para siempre en un
estanque que la luz reverdecida
de la luna ilumina al reflejarse,
en los brazos del ritmo y la modorra.