30.5.09

Un sueño (Sarah Diano)

Soñé que era invisible y que podía volar,
pero en el sueño no me colaba en la casa
de mi amante, volando por la ventana abierta
para espiar qué hace cuando no está conmigo,
ni entraba sin ser vista en la bóveda de un banco
y me quedaba ahí hasta la hora del cierre
para llevarme todo sin que me descubrieran.
En el sueño volaba por el espacio blanco,
y no existía el sonido, ni la imagen, ni el cuerpo;
pero no era la nada opaca de la muerte:
era el vacío y la consciencia del vacío.

21.5.09

Uno de Pablo Neruda

EXPLICO ALGUNAS COSAS



PREGUNTARÉIS: Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?

Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!

Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

14.5.09

La metafísica de Pedro el heladero (Robin Myers)

Según lo veo yo, el cielo es otro mundo, nada más,
y yo no soy de ahí.
Vi un programa en la tele acerca de los peces de las profundidades,
que viven tan profundo que casi no son peces, sino apenas
pinchos y lamparitas que relumbran en un lugar extraño.
Nosotros no podemos bajar tanto, excepto en una máquina.
De intentar respirar, nos ahogaría el agua,
y nos aplastaría la oscuridad. Mientras que aquellos peces
se la pasan nadando por ahí, con sus luces de giro y sus dientitos,
comiendo lo que sea que ellos comen,
todas nuestras palabras y los planes que hacemos no nos sirven de nada;
y todas esas sombras y las cosas que brillan,
junto con la comida invisible de los peces,
tienen bastante más sentido que nosotros.
¿Por qué sería diferente el cielo?
Otro país por el que para entrar tenemos que morir,
y donde ya no importan la tierra ni la sangre ni los huesos,
y hay que aprender a parecerse al aire
después de caminar por tantos años.
Cuando a la noche prendo una vela al costado de mi cama,
eso es lo más que llego a parecerme
a los peces de las profundidades.
Se me voló el sombrero un día de viento;
quizá eso se parezca un poquito a volar
o a tener un espíritu o a ser uno. Jamás volví a encontrarlo.
Quizá llegue a algún lado antes que yo,
quizá me quede donde estoy sin él.

6.5.09

La travesía de los Reyes Magos (T. S. Eliot)

“Pasamos mucho frío en el camino,
la época del año más difícil
para emprender un viaje, y más uno tan largo:
los caminos cubiertos de nieve, el tiempo gélido,
el momento más crudo del invierno”.
Los camellos estaban irritados, con las patas deshechas;
se negaban a andar, echándose en la nieve
que empezaba a fundirse. A veces extrañábamos
nuestros palacios de verano en las laderas, las terrazas
y las muchachas suaves como seda que nos traían sorbetes.
Después los camelleros comenzaron a gruñir y a quejarse,
y a irse, y a exigir su alcohol y sus mujeres;
y luego no podíamos mantener las fogatas encendidas de noche,
faltaban los refugios en donde cobijarse,
y las ciudades eran hostiles y los pueblos poco hospitalarios,
y las aldeas sucias y los precios
que nos pedían en ellas muy exagerados:
pasamos una dura travesía.
Al final, preferíamos viajar toda la noche,
durmiendo a ratos, mientras al oído
nos cantaban las voces que decían
que todo aquello era una locura.

Luego, al alba, bajamos hasta un valle templado,
húmedo, por debajo de la línea de nieve, donde ya se sentía
el olor de los árboles, y había un arroyuelo y un molino
que agitaba las aspas cortando la tiniebla,
y contra el cielo bajo había tres árboles.
Y vimos a un caballo blanco, viejo,
alejarse al galope por el prado.
Después llegamos hasta una taberna
que tenía unas hojas de parra en el dintel;
junto a la puerta abierta, seis manos suplicantes
hacían tintinear moneditas de plata,
al tiempo que unos pies daban patadas a los odres vacíos.
Pero nadie nos supo brindar información, así que continuamos
hasta llegar, de noche –y ni un momento antes–,
al lugar indicado; se podría decir que era satisfactorio.

Todo esto fue hace mucho tiempo, según recuerdo,
y lo haría otra vez, pero quiero dejar esto asentado:
¿nos embarcamos en tamaña travesía para ver
un Nacimiento o una Muerte? Hubo
un Nacimiento, sí. Tuvimos prueba de ello
y no quedaron dudas. Yo había visto antes
nacimientos y muertes, pero entonces
me habían parecido diferentes;
para nosotros este Nacimiento
fue como una agonía amarga y dolorosa,
como la Muerte, nuestra muerte. Luego
marchamos de regreso a estos Reinos, nuestras tierras,
pero nunca volvimos a sentirnos
a gusto con el orden de las cosas,
entre una gente extraña aferrada a sus dioses.
Me sentiría dichoso de encontrar otra muerte.